Juntas, pero no revueltas

Rocío Martínez (redacción FF)
"Amar en tiempos revueltos” la serie de ficción por excelencia de TVE1, donde se muestra el contexto social del franquismo a partir de esas tramas que enganchan en las horas más calurosas del día y que coinciden con la digestión de la comida, ha protagonizado su propia revolución. Ante la sorprendida mirada de los espectadores y de las propias protagonistas, Ana y Teresa, han protagonizadorecreado lo que se podría catalogar como “una relación lésbica” (guardando las distancias y siempre teniendo en cuenta el contexto histórico en el que se suceden los hechos). De cualquier modo parece que los medios de comunicación cada vez más intentan normalizar una realidad que siempre se ha obviado: Las mujeres que aman a las mujeres.
Y es que parece que en tiempos de Franco nadie concebía esta situación, como ya os contamos en nuestro reportaje “ Lesbianas en el franquismo” del mes de marzo; la homosexualidad entre hombres siempre fue perseguida, sin embargo, el hecho de que una mujer tuviera una relación afectivo-sexual con otra era algo que simplemente se obviaba, a nadie le extrañaba que dos solteronas vivieran juntas ni que dos jovencitas compartieran noches de lujuria camufladas bajo la idea de “las fiestas de pijamas” o “las confesiones entre amigas”.
Pues bien, las lesbianas no aparecieron de repente tras la muerte del caudillo, siempre estuvieron ahí y, aunque choque ver un beso entre dos mujeres en una serie en la que los tricornios aparecen varias veces en cada capítulo, la realidad es que ocurría, algunas se atrevían a llegar al erotismo y al contacto físico, otras fantaseaban durante toda su vida en el mundo de las emociones por miedo a las represiones sociales o médicas que pudieran sufrir ya que al ser descubiertas por sus familias muchas de ellas eran ingresadas en psiquiátricos donde recibían fuertes “ tratamientos médicos”, como la terapia con electroshock (Reportaje sobre “Lesbianas en el franquismo”).
En el capítulo 224 Ana, en un ataque repentino de espontaneidad, besa a Teresa en el ascensor de los almacenes y, aunque a ambas les resulte placentero lo ocurrido, Teresa trata de ignorar lo ocurrido buscando su “feminidad normalizada” en la relación con Héctor mientras en su cabeza retumban las palabras de Ana, quien define los acontecimientos como reveladores, explicándole que “no es pecado sino una demostración de amor” a la que debe hacer frente, palabras que ilustra con mitos y leyendas, aunque no sabemos si será suficiente, habrá que esperar a próximos capítulos.

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